jueves, 29 de julio de 2010

Cuerpo-Lenguaje: Estructuras de coherencia y cuerpo - palabra - pensamiento según las neurociencias

Un nuevo descubrimiento de los laboratorios de neurociencias nos devela la altísima correlación entre las funciones motoras y la palabra. Las acciones o funciones motoras son activadas por las palabras correctas con mayor velocidad y presición... "Esta idea de que el conocimiento conceptual podría estar cartografiado en sistemas sensoriomotrices del cerebro ya era conocida".Tradicionalmente, el lenguaje se consideró un mecanismo puramente abstracto, casi matemático, desprovisto de corporalidad. Pero nuevas evidencias indican algo diferente: la palabra parece estar íntimamente entretejida con los circuitos neuronales, con la acción y la experiencia.
Experimentos neurofisiológicos mostraron que el sistema motor del cerebro participa en el procesamiento del lenguaje. "Por ejemplo, cuando entendemos una palabra como «saltar», el proceso cerebral que se utiliza es semejante al que se activa cuando en realidad saltamos -explica el doctor Agustín Ibáñez, investigador del Conicet, ...Y cuando observamos a una persona haciendo gestos, los procesamos como palabras." ....
En un trabajo que se publica en la última edición de la revista científica PLoS ONE, por primera vez demuestran que existe una interacción bidireccional entre procesos semánticos y motores en el cerebro. Es decir que la comprensión de oraciones de acción activan áreas motoras del cerebro y que hay un acoplamiento entre sistemas cerebrales motores y lingüísticos.
"El estudio tuvo el objetivo de analizar la interacción que se establece entre la comprensión de oraciones de acción y los procesos de áreas motoras del cerebro -detalla Ibáñez-. Para esto, empleamos la técnica de los «potenciales evocados», un método que permite una medición muy precisa [en milisegundos] de la activación de la corteza cerebral."


Mientras se registraba su actividad cerebral, se les pedía a los participantes en el experimento que escucharan listas de oraciones que describían una acción realizada con la mano abierta ("El espectáculo era digno de alabanza, Rocío aplaudió"), con la mano cerrada ("Tenía que clavar el clavo muy derecho, José lo martilló") o bien acciones que no se realizaban con las manos ("Hace tiempo que quería ver a su abuela, Amaro la visitó").
A su vez, cada sujeto debía presionar un botón -con la mano abierta o cerrada, según el grupo- para indicar el momento exacto en que comprendían la oración.
Como se esperaba, los resultados revelaron que se establecía una compatibilidad entre la oración y la acción: "Los individuos respondían más rápido cuando la forma de la mano con que debían responder coincidía con la forma de la mano implicada en la oración -afirma el científico-. Del mismo modo, las respuestas fueron significativamente más lentas cuando la acción y la oración no coincidían".
Los registros cerebrales respaldan esa idea, pero además permitieron establecer que la interacción se da en ambas direcciones: por un lado, el proceso semántico tiene impacto sobre la acción motora; por el otro, el proceso motor [del cerebro] afecta la comprensión del lenguaje [en el experimento, la interfería o la facilitaba de acuerdo con la compatibiliad, o no, entre la acción y la oración].


"Es más -agrega Ibáñez-, nosotros mostramos que esto es independiente de la atención del sujeto, que hay una suerte de automatismo." Según el investigador, otro experimento (aún sin publicar) mostró que así como el lenguaje activa circuitos motores del cerebro, las fallas en procesos motores en pacientes con mal de Parkinson se tradujo en dificultad para comprender ciertos verbos.
"Al parecer -dice-, enfermedades que tienen déficits específicos en el sistema motor también presentan déficits puntuales en el lenguaje."
Y concluye: "Con estos experimentos mostramos que existe una interacción automática entre procesos cerebrales asociados con el lenguaje y la acción...
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1289240

martes, 27 de julio de 2010

Coaching y Soluciones Sistémicas

En estos días muchos de nosotros -coaches en la práctica diaria- estudiamos con Hellinger el arte de la sistémica y sus leyes. Gracias a estos conocimientos y esta técnica práctica podemos realizar intervenciones poderosas respecto de los temas que enraizan en el sistema de cada persona. También se abre con la sistémica un panorama de trabajo para las intervenciones netamente organizacionales. Referidas al trabajo y también referidas al objetivo organizacional o la visión, a un producto o a un área con ciertas dificultades que no podemos manejar. 
Dice G. Weber: .. Realmente parece un tanto atrevido cuando una persona, sirviéndose de la ayuda de representantes, configura su imagen interior de una organización, confiriéndole así una expresión tangible en el espacio, y posteriormente, nosotros, a raíz de los comentarios de los representantes configurados, sacamos conclusiones acerca de un sistema, de su historia y de su estado actual, deduciendo consecuencias y desarrollando conceptos de solución.
Parece ser – ¿y de qué otra manera nos explicaríamos tales fenómenos?– que las personas no sólo somos capaces de percibir diversos elementos, hechos y estados, sino también patrones y estructuras relacionales, es decir, interrelaciones y constelaciones sistémicas. Estas informaciones complejas deben quedar “memorizadas”, sirviendo de esquemas afectivos y cognitivos (véase también Ciompi, 1997) que dirigen nuestras actuaciones. Por lo visto, al configurar una constelación, estas representaciones inconscientes pueden ser exteriorizadas, es decir, traducidas de nuevo a imágenes espaciales, permitiendo así la reescenificación de determinados contextos sistémicos.

El segundo misterio es que los representantes (de los miembros del sistema configurado) a su vez sean capaces de captar de manera representativa la constelación exteriorizada del sistema, percibiendo y reproduciendo tanto los sentimientos de las personas que están representando, como la situación en general. Hasta ahora, nuestras experiencias de los últimos años con Constelaciones en Organizaciones, y el feedback de muchos participantes de estos grupos, afirman nuestra suposición de que, a través de la configuración concentrada de imágenes organizacionales surgen informaciones tan auténticas sobre las estructuras, dinámicas e interacciones en un sistema que, partiendo de ahí, es posible desarrollar comprensiones e imágenes de solución sumamente efectivas.
Solicite a projectoneto@gmail.com el documento completo de G. Weber

Si, Por Favor y Gracias! Hoy la Gratitud...

Y hablando de que el lenguaje nos constituye y genera nuevas realidades recuerdo a mi maestro Hellinger y su tres palabras mágicas..
De las tres palabras mágicas que nos enseña Bert la gratitud es sin duda una de las más huidizas... Muchos pueden decir Si hasta demasiadas veces... mucho pueden pedir Por favor... decir gracias a algunos a veces les cuesta más ... Sienten que se ubican por debajo del otro que les dió algo... Comparto una historia que habla de gratitud adaptada de la nación. Después de haber vivido una infancia verdaderamente feliz en Borgoña, Francia, donde había nacido en 1873, Sidonie Gabrielle Claudine Colette se casó, a los 20 años, con Henry Gauthier-Villars, novelista y vividor, con el que se mudó a París. Allí él la instó a escribir. Ella lo hacía con talento. El se apropiaba de aquellas obras y las firmaba con su nombre. Fue un matrimonio tormentoso, al que ella puso fin en 1906. Lanzada a vivir su propia vida, usó su apellido paterno como seudónimo; tuvo años de excesos; en 1912 se casó con Henry de Jouvenel y fue madre de una niña; pasó a la historia como Colette, autora de novelas y obras de teatro muy divulgadas, como las de la serie Claudine, como Cheri, El trigo verde, El nacimiento del día, Mitsou, La gata o Gigi, acaso la más conocida.










Se cuenta que Colette, que murió en 1954, asistió al estreno de una versión fílmica de su vida y al final de la función un espectador le dijo: "Se ve que fue usted una niña inmensamente feliz". Ella respondió: "Eso parece; lástima que no me di cuenta a tiempo". En su Diccionario filosófico, el pensador francés André Comte-Sponville define la gratitud como "recuerdo agradecido de lo que ha sucedido". Según él, esta virtud se refiere a lo que fue, "en tanto lo que fue permanece". Habría, pues, una estrecha relación entre gratitud y memoria. Sólo puede olvidar el agradecimiento quien cree que lo que tiene surgió por generación espontánea, que nada debe, que aquello que forma parte de su vida es lo menos que se merece y que aquello que no tiene es lo que otros le deben. Acaso así había considerado Colette su infancia, hasta que vio la película de su vida.






Quienes piensan que no tienen nada que agradecer (según sus códigos) tampoco imaginan que deben legar, que deben ceder, que deben cuidar. Avanzan sobre las prioridades de otros, ignoran necesidades ajenas, depredan en beneficio propio los espacios y los bienes comunes. Pasan primero, sin respetar normas, edades, circunstancias. Lo hacen en las rutas, en la cola de un colectivo, en una ventanilla o en donde sea. Olvidan mirar a sus semejantes a los ojos y jamás cruzan con ellos una sonrisa porque sí, gratuitamente.






Como apunta con lucidez nuestra amiga Josefina, también hay un íntimo vínculo entre la gratitud y la gratuidad. No hay pago, premio ni retorno que se pueda esperar a cambio de la gratitud. El agradecimiento es un deber moral, una necesidad de la condición humana para perpetuarse como tal. Y nada puede exigir quien, agradeciendo, simplemente cumple con un deber humano. La gratitud es gratuita.






¿Qué da, entonces, la gratitud? "Se da a sí misma", responde Comte-Sponville, en su Pequeño tratado de las grandes virtudes. "Es como un eco de la alegría, y por eso es amor, es reparto y don". Como se ve, la gratitud estaría en las antípodas del egoísmo. Quien tiene mucho para agradecer, siente que mucho ha recibido. El egoísta siente, en cambio, que todo es poco y que por eso debe sentarse sobre lo suyo, abrazarse a eso y no dar ni un gramo. Dar, para él, es perder.






Aunque se agradece algo que ocurrió, que se hizo, que se recibió, es decir algo que fue, la gratitud nada tiene que ver con la nostalgia. Ella afirma que aquello que pasó está instalado en el presente, está vivo bajo la forma de la alegría, del regocijo, y, digámoslo otra vez, del amor. En otro plano, el médico naturista alemán Andreas Moritz (autor, entre otros, de Los eternos secretos de la salud) dice que "la gratitud nos conecta con todo aquello de lo que nos hemos distanciado; es el mayor secreto de la curación y un requisito esencial para que ésta se produzca". Habrá más salud física, psíquica, emocional y espiritual cuando más gratitud, expresada en actos, circule entre nosotros.






Sergio Sinay http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1240254&origen=NLRevis

Somos Seres Lingúísticos... habitamos en el lenguaje. El lenguaje es la casa -morada- del ser

Habitamos en el lenguaje... Los seres humanos somos seres lingüísticos. Nuestras experiencias se realizan desde el lenguaje, y es a través de él que damos sentido a nuestra existencia. Nietzsche decía que el lenguaje es una prisión de la cual no podemos escapar, y es bien conocida la sentencia de Heidegger: "El lenguaje es la casa del ser". También Echeverría nos dice que el lenguaje nos permite generar mundos, futuro, nuevas realidades.



Precisamente fue a partir de las teorías de estos dos primeros filósofos, que representan puntos de ruptura en la evolución del pensamiento occidental, y de Ludwig Wittgenstein, con el llamado "giro lingüístico", que se abrió un camino hacia una comprensión diferente de las relaciones entre los seres humanos y el lenguaje, desde la cual éste pasó a ocupar un lugar central. Siglos atrás se consideraba que el lenguaje era sólo un instrumento para describir lo que percibíamos o expresar pensamientos y sentimientos. La concepción tradicional suponía que la realidad antecedía al lenguaje y que éste se limitaba a dar cuenta de ella.


Una interpretación generativa y activa fue reemplazando esa interpretación pasiva del lenguaje, que lo reducía a su rol descriptivo. Las ciencias sociales en general, pero también la biología y las llamadas "ciencias duras", como la matemática y la física, fueron reconociendo en los últimos años la importancia decisiva del lenguaje en la comprensión de la vida humana.


Tengamos en cuenta que cada día, en nuestras interacciones, expresamos ideas, sentimientos y deseos, preguntamos, sugerimos, saludamos, invitamos, elogiamos, bromeamos, nos justificamos, nos disculpamos, perdonamos, recomendamos, censuramos, ofrecemos, aceptamos, ordenamos, aconsejamos, advertimos, pedimos, suplicamos, exigimos, conjeturamos, autorizamos, juzgamos. Además, con esos actos del habla, eventualmente buscamos lograr ciertos efectos en nuestros oyentes, tales como convencerlos, persuadirlos, disuadirlos, sorprenderlos, inspirarlos, instruirlos, etc. Y cada vez que lo hacemos, nos comprometemos de alguna forma con nuestro interlocutor, con nosotros mismos y, en definitiva -conscientes o no de ello-, con la comunidad en la cual hablamos. Así, de alguna manera percibimos que nuestras palabras tienen eficacia, que nuestro hablar produce o puede producir modificaciones en el ámbito en el que nos desenvolvemos.


Por otra parte, actos del habla como "los declaro marido y mujer" o "instituyo como heredero" o "yo te bautizo" -dichos con un adecuado respaldo institucional- y otros de uso tan frecuente como "te prometo", "te acuso", "te prohíbo" ponen al descubierto que muchas realidades sociales lo son únicamente en virtud de las palabras. Cuando decimos a alguien "te juro", no estamos describiendo un juramento, estamos realmente haciéndolo.


El estudio del lenguaje como acción tuvo su origen en la filosofía del lenguaje. Fue J. L. Austin el primero en sugerir que la emisión de un enunciado conlleva la realización de acciones a través de las palabras. Y como lo señaló J. Searle siguiendo a Austin, "hablar un lenguaje es realizar actos de acuerdo con reglas". Para Austin y para Searle, como también para Habermas, el acto del habla es un tipo de acción, y sus teorías abordan el estudio del lenguaje desde la interacción social. Por ello, la filosofía del lenguaje sostiene que éste no sólo nos permite hablar sobre las cosas, sino que además crea realidades, hace que sucedan cosas. Y la forma en que lo externo existe para nosotros es lingüística.


Desde luego, hay dominios existenciales no lingüísticos, pero sólo desde el lenguaje nos es posible darles un sentido y reconocer su importancia. Es innegable que el mar seguirá siendo mar aun si no lo nombramos. Pero es sólo desde el lenguaje como adquiere un sentido para cada uno de nosotros y para cada cultura, siendo lingüística la forma en que esa realidad existe.


Diferentes autores coinciden en señalar que el lenguaje no es un mero medio entre el sujeto y la realidad, ni tampoco un vehículo transparente o elemento accesorio para reflejar las representaciones del pensamiento, sino que posee una entidad propia que impone sus límites y determina, en cierta manera, tanto el pensamiento como la realidad. Las nuevas teorías sostienen que el lenguaje es acción, porque no solamente hablamos de las cosas, sino que, al hablar, alteramos el curso de los acontecimientos. Y además de intervenir en ellos, establecemos relaciones, definimos la forma en que somos vistos por los demás. Pero también nuestra identidad es un fenómeno lingüístico.
Como resultado de las innovaciones tecnológicas, se están transformando nuestras categorías mentales, la manera en que pensamos sobre nosotros mismos y sobre el mundo. Estamos enfrentando una transformación en la forma de comunicarnos. La profusión de medios de comunicación, las configuraciones de multimedia y el avance de la informática han ido produciendo una transformación de revolucionarias dimensiones en las relaciones económicas, políticas y sociales, en la organización de la vida, en las formas de convivencia, en nuestros modos de pensar y comunicarnos, que da lugar a nuevas concepciones y nuevas teorías en todos los campos del saber humano. Por eso, el lenguaje electrónico ha cambiado la forma en la que convivimos.
La búsqueda actual de los lingüistas y filósofos radica en la construcción de paradigmas sobre la significación y la interpretación, que den cuenta de la inmensa complejidad de lo real, de la polifonía discursiva y de la diversidad compatible con la unidad. Por ello es importante que empecemos a reconocer que los seres humanos somos eminentemente sujetos discursivos, que actualizamos discursos sociales en una acción comunicativa significativa.


Las últimas teorías tienden a realzar el papel de la acción comunicativa en la construcción del conocimiento. Esta perspectiva considera el lenguaje no sólo un sistema de formas lingüísticas, sino también un sistema de valores ontológicos, sociales y culturales que influye en la construcción misma del sujeto social. Todo esto en el marco de una realidad social discursiva que convierte nuestra experiencia en conocimiento. Ello torna ineludible dar cuenta del poder mediador de la palabra en el proceso de construcción de sentido del mundo natural, social y cultural.
Nuevas realidades exigen respuestas diferentes. En la era del conocimiento, de la incesante innovación, necesitamos nuevos paradigmas para sentar las bases de una democracia duradera, para aprender a convivir en la cultura de la complejidad y la diversidad. Sin embargo, todavía no pareciera comprenderse la extrema gravedad que implica el creciente deterioro en el uso del lenguaje, oral o escrito, y la necesidad de su preservación y enriquecimiento, en la vida y en los medios. Porque su deterioro afecta en el mismo grado al pensamiento y a la comunicación. © LA NACION http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1239055&origen=NLOpi
El autor es diplomático, periodista y escritor











sábado, 10 de julio de 2010